LA NECESIDAD POLÍTICA
DE “CREAR MÁS POBRES”

29 de Junio de 2009

Unos pocos datos destruyen decenas de discursos oficiales sobre la situación social en la Argentina. En la Capital Federal y el Gran Buenos Aires hay cuatro millones de personas que viven en la pobreza, y de ellas, 1,2 millones son indigentes, es decir, carecen de ingresos para comprar los alimentos más básicos para sus familias. Se trata del 31,2 por ciento y del 9,7 por ciento, respectivamente, del total de habitantes de la región.

A su vez, en la misma área metropolitana la tasa de desocupación se estima en el 10,5 por ciento (8,1 por ciento de la población activa de la Capital y 12,3 por ciento en el conurbano), contra el 8,4 por ciento informado por el Indec para el primer trimestre de este año.

Ambos datos proporcionados por la consultora SEL, dirigida por Ernesto Kritz, significan que unas 750.000 personas buscan trabajo y no lo encuentran. En cambio, las poco confiables cifras del Indec sólo reconocen 530.000 personas en busca de trabajo en el primer trimestre.

Si bien la situación no puede ni debe compararse con la de la crisis de 2001-2002, la realidad dista enormemente del panorama que quiere brindar el Gobierno y explica el porqué de la malsana necesidad de manipular las estadísticas del Indec.

La muestra de SEL señala claramente la relación entre pobreza, informalidad y desempleo. Así, entre los indigentes, sólo uno de cada cuatro tiene un trabajo en blanco. Y, mientras en la economía formal la desocupación es del 5,8 por ciento, la tasa llega al 21 por ciento entre los informales. Ese dato se vuelve relevante cuando se tiene en cuenta que el 38,6 por ciento de la población activa se mueve, según el estudio, en la economía no declarada.

Entre los pobres, y también entre los informales, más del 40 por ciento respondió que cree muy probable perder su puesto laboral en los próximos seis meses, mientras que, entre la población en general, esa opción fue elegida por el 10 por ciento. La enorme mayoría, el 88 por ciento, de los trabajadores no registrados se siente insegura económicamente.

Por otro lado, la organización internacional Médicos del Mundo reveló que en la Capital Federal hay cerca de once mil personas en situación de calle, mil más que en diciembre.

No hay dudas de que, una vez superada la crisis que truncó el gobierno de la Alianza, hubo un período de crecimiento, pero la distribución de la riqueza no mejoró pese a las declamaciones oficiales. No se aprovechó la coyuntura internacional que permitió fuertes exportaciones, o por lo menos no se la aprovechó para combatir la pobreza.

Aquí es donde cabe preguntarse si el peronismo, reducido en las últimas décadas a una maquinaria política para obtener y conservar el poder, tiene un real interés en combatir la pauperización, o sólo procura hacer prisioneros a sectores de la población inmersos en la pobreza, otorgándoles planes de asistencia o dádivas para asegurarse sus votos. No es casualidad que la mayor proporción de votos oficialistas provenga de las áreas más pobres del conurbano, allí donde la consultora SEL señala que la pobreza trepa al 49,1 por ciento y la indigencia, al 17,2 por ciento.

Un combate genuino contra la pobreza jamás podría librarlo un partido que necesita una cuota permanente de pobres que se sientan obligados a brindarle sus votos para no perder la asistencia. Reproducción textual del editorial del diario La Nación del 27-6-09.